Antecedentes del Cataclismo

El final del mundo, como era de esperarse, no llegó sin anuncio.

Por razones muy obvias ahora, la mayoría no conoce la fecha exacta del primer avistamiento del cometa. Lo que sí es de conocimiento popular es, que a finales del siglo XX, los más importantes centros astronómicos del mundo se percataron de la llegada del cometa Anubis. Una ironía que su nombre fuera tan apropiado para el evento.

De un tamaño colosal, cientos de kilómetros de diámetro, Anubis aparentemente no era más que un compuesto de hielo y metales. A pesar de la realidad de la amenaza para la vida en la Tierra, en un principio los científicos fueron optimistas. Tenían años para prepararse, y la disposición de la mayoría de los gobiernos del planeta en colaborar con esta causa.

Se determinó que la ONU debía ser quien coordinara los esfuerzos multinacionales. Como primera medida, la ONU ordenó la creación de una nueva estación orbital bajo su mando, una desde la cual se equiparían armamentos nucleares para destruir al Anubis. Así mismo, desde la nueva estación espacial mantendrían mejor observación sobre posibles amenazas como estas en el futuro. A pesar de las discusiones y polémicas internacionales, ya que a muchas naciones no les gustaba la idea, la proximidad de la amenaza disuadía rápidamente cualquier protesta.

Cuando finalmente se construyó la estación orbital F.E.A.R. la población mundial suspiró alivida. La estación no solo estaba armada con lo más destructivo en armamento militar que la tecnología podía crear, sino también con armamento altamente clasificado y peligroso. Así mismo, su personal de a bordo era de lo más selecto que las naciones del planeta podían surtir a la ONU. Astronautas, científicos, soldados… cada uno era realmente notable en determinada área, prácticamente más que humanos…


La segunda medida de seguridad en respuesta a la amenaza, fue la orden de construir una ciudad submarina, en la cual se refugiarían grupos seleccionados de cada nación del orbe. Esta medida fue coordinada a través de corporaciones privadas, las cuales mantuvieron en secreto la construcción de la misma, así como su propósito. Eventualmente, más y más corporaciones se involucraron en el proyecto, dada la magnitud del mismo, por lo cual la ciudad se dotó con lo mejor de la tecnología existente. Su tamaño aumentó cada vez más, desde el fondo del océano Pacífico hasta surgir en la superficie del mar, cientos de niveles construidos para soportar terremotos y tsunamis.


La ciudad prometida fue nombrada Neomidgar. El nombre probablemente hace alusión a la ciudad de Midgard, que, según la mitología escandinava, fue una ciudad creada por los dioses para los hombres

De esta manera, al final de varias décadas, la raza humana se preparaba para una entrada gloriosa al siglo XXI, proclamando su magnificiencia y dominio sobre el mar, la tierra y el cielo. Se hicieron grandes festejos en honor a la gran Neomidgar y aL aniversario de la estación orbital F.E.A.R. ya que esta última se terminó de construir antes.

Los creadores de la ciudad decidieron suavizar los estándares de residencia en la ciudad, de modo que más gente pudiera poblarla. Los incontables niveles de la misma exigían también de una numerosa mano de obra para su mantenimiento, así como las industrias que codiciaban explotar los ricos recursos del océano. La experiencia técnica de las corporaciones al crear Neomidgar abrió nuevas tecnologías y la ciencia avanzó como nunca lo había hecho antes.

Sin duda, fue un sueño glorioso, un sueño de opio antes de la catástrofe.

Llegado el momento previsto, el Anubis estuvo al alcance de tiro. Cientos de investigadores alrededor del orbe monitoreaban en conjunto su avance, calculando una y otra vez la forma correcta de destruirlo. Se analizaron todas las opciones viables, se planearon medidas de respuesta para todas las inquietudes y posibilidades.

El plan elegido fue destruirlo antes que entrara al grupo de planetas internos del Sistema Solar. La idea era fragmentarlo con suficiente distancia y tiempo para responder a eventualidades, disminuir su tamaño tanto para que los daños al planeta fueran mínimos, de modo que los resultantes meteoritos se disolvieran al ingresar a la atmósfera terrestre.

La operación fue exitosa. Tras continuos bombardeos en espacio profundo, el Anubis quedó reducido a incontables fragmentos insignificantes. La seguridad de la Tierra se había asegurado por siempre.

Eso era lo que se pensaba.

Los despreciados meteoros siguieron su trayectoria hacia la Tierra, llenando el cielo de luces y fuego, en un espectáculo apocalíptico que duró semanas. Prácticamente no hubo lugar sobre la faz del planeta que no recibiera su dosis de hielo, metal y fuego. Las ciudades se vieron destruidas o severamente dañadas, los campos y sembradíos se perdieron, la ecología del planeta se desequilibró.

Además de la destrucción a las estructuras, los meteoros causaron un gigantezco efecto de pulso electromagnético, debido a que estaban contaminados por las armas nucleares usados en la destrucción del Anubis. De esta forma, donde caían provocaban la desactivación permanente de toda tecnología que requiriera el uso de software, volviendo inútil la mayor parte de la tecnología del planeta. Fue una época oscura, donde todas las luces se apagaron, y la razón por la que se ha perdido mucha de la información que existía en la época anterior a, como se conocío después, el Cataclismo.

A partir del cataclismo, la humanidad tuvo que volver a descubrirse a sí misma. Con los conocimientos técnicos, y la maquinaria, la mayoría de gobiernos del mundo logró reactivar sus tecnologías más básicas, como electricidad, transporte motorizado, y telecomunicaciones, sin embargo, sus capacidades se disminuyeron al punto que todos los países del planeta han caído en el nivel de lo que antes del cataclismo se llamaba “el Tercer Mundo”.

En este esquema de eventos, la situación global es caótica aún. Ha pasado casi una década desde el cataclismo, y muchas ciudades del mundo aún están destruidas o abandonadas. Grandes extensiones del planeta son zonas contaminadas, y la concentración de poblacion ha creado ciudades gigantezcas o megapolis donde antes habían solo ciudades. La reducción de la población mundial ha sido severa, más allá de lo que se puede contabilizar. La gente emigra a las capitales, donde los estados pueden garantizarles, al menos, un nivel de vida similar al anterior al cataclismo. Más allá de las megápolis (las capitales) los países prácticamente son tierra de nadie.

Sí… sin duda hemos visto el final del mundo… y el comienzo de uno nuevo.

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  • Gracias, esta es la previa del guión de mi cómic Neoverso, que también se puede disfrutar como un juego de rol de foro, naturalmente en nuestro foro.