[Reseña Cine] Her, ¿Puede un humano enamorarse de una computadora?

Con la incursión de nuevas tecnologías a la vida humana, y con vida humana me refiero a la realidad misma, los problemas en torno a las barreras que dividen humanos de computadoras se vuelven más evidentes. Hace poco, nuestro compañero Enrique Mozqueda nos presentó un manga muy particular, Ressentiment, que pone en la lupa un fenómeno conocido como escapismo, como su nombre lo indica, se refiera al proceso por el cual un individuo escapa de la realidad hacia una propia -resumiendo el asunto de forma brutal-. Aunque muchos individuos a lo largo de la historia han decidido volverse completamente ajenos a la sociedad, hoy día las tecnologías de inteligencia artificial, realidad virtual y realidad aumentada ofrecen un nuevo panorama sobre el escapismo y sus implicaciones.

En la película que les traigo hoy, veremos cómo un hombre hace que la relación entre una persona y una máquina no parezca tan descabellada. Se trata de Her, con Joaquín Phoenix como Theodore Twombly, un hombre que, en medio de la monotonía y el desamor, se relaciona con su computadora Samantha, un sistema operativo con la voz de Scarlett Johansson, que la verdad se amolda perfectamente con  el ambiente de la película. ¡Que lo disfruten!

Información Técnica

Dirección: Spike Jonze

Protagonistas: 

– Joaquín Phoenix

– Scarlett Johansson

– Amy Adams

– Rooney Mara

– Olivia Wilde

Año: 2013

Duración: 126 minutos

Sinopsis

Para comenzar, la película se ambienta en un futuro no muy lejano, donde la computación ha llegado a un nuevo nivel de “naturalización social“; las computadoras están en todo y en todas partes, es tan común administrar las trivialidades de la vida por medio de software que ha formado parte íntegra de la sociedad conocida. Theodore Twombly es un tipo con nada en especial, aburrido, poco social y bastante monótono, aunque con un trabajo increíblemente contrario a su carácter: escribir cartas a seres queridos. Esto suena muy extraño sí, pero veamos de qué se trata: cuando alguien quiere enviar una carta a un familiar disculpándose por no estar presente en su cumpleaños o en navidad, o terminar una relación, o decirle a esa persona especial que la extraña; no lo hace por sí misma, hay sujetos que son especialistas en este tipo de redacción que lo harán por la persona y asunto arreglado. Theodore escribe cartas a completos desconocidos con un sentimiento tal que parece que fueran para sus propios seres queridos.

En medio de esa sociedad tecnológica y desconectada, encontramos a Theodore caminando por ahí al salir del trabajo, cuando encuentra una nueva oferta, un nuevo y único sistema operativo completamente basado en inteligencia artificial. La oferta despierta la curiosidad de nuestro monótono protagonista y decile hacer la prueba. Luego de instalarlo, comienza a interactual con él, perdón, con ella; la interfaz de ese software se hace llamar Samantha, que en realidad corresponde a la puerta de interacción con ese nuevo sistema.

Conforme avanza el tiempo, Theodore aprende de Samantha y Samantha de él, él aprende -o se convence- que no es sólo una pieza de software, sino un individuo consciente en un cuerpo computarizado; Samantha, por su parte, aprende de sentimientos, aprende quién es realmente su “dueño” y cuál es su posición respecto a él. Este proceso donde uno aprende del otro, comienza a diluir la ya débil barrera entre la realidad y la virtualidad, Theodore se enamora -con todo el sentido de la palabra- de esa fascinante mujer que le acompaña en mente, y Samantha aprende qué es el amor y hasta podríamos decir que olvida su situación (la de ser una computadora) y se enamora de Theodore. No hace falta decir más para que se den una idea de qué implicaciones tiene esta relación y qué reacciones provoca con sus allegados.

¿Es posible enamorarse de una máquina?

Grandes interrogantes salen a la luz con este fascinante largometraje, ¿Enamorarse de una computadora es tan descabellado? ¿Estamos tan alejados de un futuro donde eso suceda? ¿Superará la virtualidad a la realidad misma? ¿Hasta qué punto se puede controlar las tecnologías que interactúan con la realidad? No quisiera ser quien responda tales cuestionamientos, me gustaría por el contrario que ustedes me ayuden a discutir esas preguntas.

Personalmente no me atrevo a contestarlas; hace poco en mi país -Costa Rica- un joven se suicidó por no poder hacer real su amor con la protagonista de una serie de anime. Muchos se burlarían del tipo y dirían que su sentimiento es tan fantástico e irracional que no tendría cabida en una mente “normal” o cuerda. Muy por el contrario, yo me pregunto si el desarrollo de tecnologías que se incorporan cada vez más a nuestras vidas no han hecho lo suyo en este tema, las nuevas generaciones están más propensas a tomar la fantasía como parte de su realidad, y no por eso podemos llamar al asunto una total locura.

La reciente “release” del tan esperado Pokemon Go puede responder a esto, un pequeño e inocente juego cuya principal característica es llevar la realidad aumentada a un público masivo y muy diverso puede ser el inicio de una nueva era donde el software, aunque sea inicialmente por entretenimiento, forma parte de nuestra realidad.

¿Qué tiene de especial Her?

-Creo que cualquiera que se enamore es un raro. -Hacerlo es una locura. -Es como una forma de locura socialmente aceptable.

Esta película cuenta con una serie de temas de gran profundidad como lo son el escapismo, el impacto de la virtualización en la realidad, el rol que la informática tiene -y tendrá- en la vida diaria, y no menos importante, encuentro en Her una fuerte crítica a la cada vez mayor fragilidad de las relaciones humanas. En estos tiempos, cuando todos estamos al alcance de un clic, nos relacionamos cada vez menos entre nosotros; las personas, en medio de cualquier reunión o cita, “desperdician” la mitad del tiempo respondiendo al celular, teniendo a una persona física que se ha tomado el tiempo de estar ahí presente para charlar. Otro aspecto interesante es la incursión de inteligencia artificial en -casi- todo; aunque con una programación particular, las computadoras pueden aprender de las personas, con todo lo bueno y malo que eso implica. La realidad virtual, la realidad aumentada y, en cierta medida, la inteligencia artificial son los últimos intentos tecnológicos de la humanidad por integrar máquinas a nuestra vida diaria; no tengo una posición respecto a si es “bueno” o “malo”, pero sí considero importante estar al tanto de este proceso.

La película muestra carisma, muestra a un tipo como cualquier otro, nos da una perspectiva completamente abierta de cómo se están configurando nuestras relaciones y cómo el nuevo mundo, donde todos estamos conectados, nos separa cada vez más. La narración es clara y logra que el expectador se sienta parte de la historia, los personajes principales (Theodore y Samantha) son atractivos y logran la atención desde el primer momento -nótese que incluí a Samantha como personaje, extraño pues no es más que una pieza de software… ¿Qué querrá decir eso? Me pregunto-.

Finalmente, aunque se puede suponer cómo será el desenlace, lo hace de forma tal que logra atraer la atención. La película podría considerarse una simple historia de amor, sin embargo, considero que sería injusto no tomar en cuenta el aspecto crítico de la realidad tecnológica que sugiere. Si bien ha tenido críticas desde diversos ángulos, es valioso tomarla como una forma simple y directa de mostrar la desconcertante realidad que sobreviene con las nuevas generaciones; quienes por cierto, desde la generación Z parecen tener una afinidad cada vez más “natural” con la tecnología.